En 1476, durante la guerra civil entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja, varios toresanos, partidarios de Isabel y liderados por Antona Garcia acordaron ayudar a los ejércitos castellanos a tomar la ciudad toresana, que daba cobijo al ejército Portugués que apoyaba a Juana la Beltraneja.
Avisaron a Isabel, a través de la mujer de un pastor, de que parte de la guarnición portuguesa saldría de Toro en tres días y que era un buen momento para atacar la ciudad. El ataque fracasó y además levantó la sospecha de la conspiración y todas las acusaciones se fueron centrando en Antona Garcia.
Todos los conjurados fueron condenados a la horca en la plaza pública y mandaron colgar el cadáver de Antona en la reja de su casa como escarmiento.
El pastor Bartolomé una vez muerta Antona ayudó a los ejércitos de los castellanos a entrar en la ciudad de Toro y los Reyes Católicos una vez ocupada Toro premiaron la fidelidad y heroísmo de Antona mandando dorar la reja de su casa y otorgando a sus cinco hijas y a todos sus descendientes exención de pagar tributos y de rendir una serie de servicios, un privilegio excepcional que se prolongó durante más de 400 años.
Tras varios años de olvido, el Palacio recién rehabilitado abre sus puertas y recupera todo el esplendor de la época, en estancias, salones y como no, gastronomía y vino.